El ejercicio y el hígado graso

En el 2011 un equipo de investigadores de la Universidad de Sídney, Australia liderados por la doctora Alexis St. George realizaron una investigación donde dividieron a 141 personas en varios grupos: uno participo de una intervención física con tres sesiones individuales con consejeros, otro participo de la intervención más seis sesiones y otro grupo de control recibió solo una sesión en el inicio del estudio las sesiones fueron cada dos semanas para los dos primeros grupos. Los consejeros animaron a los participantes a hacer por lo menos 150 minutos de ejercicio moderado de mantenimiento de la salud o 200 minutos semanales si querían adelgazar. A los 3 meses de iniciado el estudio, los dos grupos que realizaron ejercicio fueron 9 veces más propensos que el grupo de control, a dedicarle por lo menos una hora semanal más a la actividad física, y aunque no adelgazaran, disminuían la circunferencia de la cintura. Ese aumento de la actividad física semanal también redujo los niveles de enzimas hepáticas mientras que otros aumentos del tiempo dedicado al ejercicio no lograron reducir más aun esos niveles. En resumen caminar fue la actividad que más beneficios otorgo aunque se desconoce el motivo, existe una hipótesis que dice que el umbral de modificación de los niveles de las enzimas hepáticas es tan bajo, que hasta un leve aumento de la actividad física sería suficiente como para mejorar los resultados en los análisis de la función hepática.  Las personas que mejoraron su aptitud física durante el estudio, mejoraron también los niveles de colesterol, resistencia a la insulina y otras medidas clave de salud metabólica, respecto de los participante con la misma aptitud física o menor. La mejoría más grande se observó en las personas que al inicio del estudio presentaron una aptitud física más reducida.

Elena G. White nos advierte sobre las consecuencias de no  ejercitarnos para tener órganos sanos y fuertes. “Tengan la seguridad de que Dios no va a realizar un milagro para salvarlos de las consecuencias de su propia conducta. Ustedes no han dispuesto de una cantidad de aire suficiente. El Hno. I ha trabajado en su negocio, dedicándose intensamente a su trabajo, respirando muy poco aire y haciendo muy poco ejercicio. Su sangre circula lentamente. Al respirar, el aire sólo llena la parte superior de los pulmones. Muy pocas veces ejercita los músculos abdominales al respirar. El estómago, el hígado, los pulmones y el cerebro están sufriendo por causa de la falta de una respiración profunda y plena, que de producirse electrificaría la sangre y le impartiría un color brillante y vivo, que es lo único que puede mantener pura la maquinaria humana, dándole tonicidad y vigor a cada uno de sus órganos.” {Testimonios para la iglesia Tomo 2 Pág. 62

 “Por tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y de sus rodillas debilitadas Hagan sendas derechas para sus pies, para que la pierna coja no se disloque sino que se sane.” {Hebreos 12:13}